lunes, 15 de marzo de 2010

Permuto, gritaban

Son extrañas tus visitas: rígida, con los ojos fijos y la boca apretada, como si todo pasara a través de un torniquete, como si volviera a la infancia y cambiaran zapatos por pelotas plásticas. Y las mamás de mis amigos, todas con sus bolsitas llenas de sandalias número 26, -las del verano pasado- dirían, esperando medias desconfiadas por el bendito canje.

Son extrañas tus visitas, lo escribo para que no se me olvide, pues acabas de irte y acá queda lleno de tú, de tan tú que ya no se dónde está el yo, y cuando lo encuentro me doy cuenta que nunca están juntos, y tampoco es que anduviese descalzo o que odie las pelotas, es tan sólo volver, sentir que tocas mi puerta y escucharte gritar como lo hacían en mis recuerdos. Recuerdos colmados bajo un parrón siempre verde, sobre esa vieja rejita blanca, ideal para poner los mismos ojos brillosos con que esperaban mis amigos, y esperarte y esperarte hasta que sea mi turno de saber si hoy existe algo que te pueda entregar.

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